Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros que permiten mejorar la usabilidad de navegación, analizar el uso de la web y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias. Política de cookies.
Ellos no lo saben, pero los veo. Erguido entre los límites de este marco, los veo.
Hay un silencio expectante. Las cabezas, ordenadas, parecen detenidas, cinceladas en el aire. Ellas son espuma compacta en la creta de las olas sucesivas de asientos. Sé que mi ojo izquierdo las hipnotiza, las absorbe, les bebe el aliento: lo pinté así a propósito, justo en el eje axial del lienzo, grande, profundo, inquisidor, ligeramente irónico. Corría el año 1901, me había instalado en un estudio del boulevard de Cliché, cerca del café L´Hipodrome, donde, en febrero, mi amigo Carlos se había quitado la vida. Era mi segunda visita a París. Eran, también, tiempos difíciles.
La Villa di Celle está situada pocas millas al este de Florencia. Andrea Bori, su propietario, joven a quien el destino y la tenacidad de sus mayores han dotado de una inmensa fortuna, coleccionista entusiasta de arte, pasea una mañana de otoño por su jardín anglo-chino. Detenido junto al lago artificial, contempla el islote del centro. Éste, ensimismado en su belleza de postal oriental, permanece, como la villa di Celle, ajeno al resto del mundo. Cubiertos ambos por el manso musgo de los días, ven pasar las estaciones, una tras otra: nubes sobre el agua. Andrea sacude la cabeza, se mira las manos agobiado por la idea de un tiempo que pronto empezará a hollar, insoslayable, su cuerpo. El islote y la villa han sido testigos de más de siete generaciones de Boris. Antes de convertirse, él mismo, en una generación pasada, debe acometer una empresa memorable. Súbitamente, bajo los cerezos de hojas lánguidas, se decide mecenas. Hará de la Villa una Fundación de Arte Contemporáneo.
Imaginemos una ciudad. Una de esas pocas ciudades que cuentan en el gran Templo del arte. Enfoquemos nuestra lente. Ahí está la calle que buscamos. Perfecta de galerías que muestran sin pudor al viandante los cálices de la salvación. Un hombre está saliendo con aplomo. Entre dos cálices-lienzos de 3x3m., se asoma al día 8 de mayo agujereado en la ciudad por un tiroteo de coches.
A una señal de tu mano la gran libélula se levanta, ensordecedora. En lo alto de la azotea, impelido por el viento, avanzas como un ladrón encorvado sobre tu adquisición última. Se acercan los guardias de seguridad, devotos a tu nombre. “¿Qué tal el viaje, Mr. Hunter?”. El viaje es el salto de una azotea a otra en el pir2 que forma el centro de la ciudad, algo que el helicóptero realiza sin excesiva fatiga. Uno de ellos te analiza bajo el prisma altivo de su juventud. Tú eres viejo, parcamente vestido. De encontrarte ahí abajo, piensa, no daría ni cinco por ti, un vagabundo cualquiera. El pobre no ha llegado todavía al conocimiento: en tu mundo (poco más del 0% de la población) ni el traje ni la apariencia hacen al hombre.
El señor Dynamon, jefe de la sección de cultura, precisa crítico. Los que tiene, reclutados entre una inteligentzia de gabardina y pajarita, son un capricho, al igual que las manzanas reineta y, además, le están dando mal resultado.
A Van Dongen le habían asegurado que ir a Madrid y visitar el museo de El Prado era tan inevitable como salir con paraguas en un día de lluvia. Había viajado por unas pocas horas. El motivo resultaba tan poco evocador como supervisar el material que, sobre su obra, iba a publicarse en la revista Arquitecturas. Era un viaje sin incógnita. A las nueve, a más tardar, estaría de vuelta en Ámsterdam. Antes de que las sombras de los puentes empezaran a diluirse en las aguas trémulas de los canales.
En nuestro país hay tres dioses. Nadie sabe cómo han llegado ahí. Un buen día saltaron al olimpo de lo divino y dejaron de ser hombres. Nadie sabe, a ciencia cierta, cómo ocurrió. Las autoridades, los medios, la fe ciega de nuestro pueblo, todo debió contribuir a revestirlos con ese hábito fulgurante e incuestionable, signo inequívoco de lo divino. Ahora, en silencio, nos preguntamos para qué sirven. A veces nos lo preguntamos, sólo a veces. Y ellos están ahí.
Había recibido el encargo dos años atrás. No fue tanto la persistencia de los clientes, un matrimonio entrado en años, sin hijos, como un arranque súbito lo que le decidió, finalmente, a proyectar la casa. Nunca había creído en la inspiración. Para él, como para tantos otros creadores, la obra era un proceso en marcha, fruto del trabajo y la tenacidad. Claro que un borrico, por mucho afán que pusiera, nunca podría proyectar bien.
En sus cien años de vida, el Museo había visto muchas cosas: parejas besándose en sus escaleras, hombres afectados por el síndrome de Sthendal que de pronto empezaban a rotar como peonzas frente e un cuadr
Política de Cookies y Configuración
Mediante este panel de configuración de Cookies, podrás conocer con qué finalidad se utilizan las cookies. Dispones también de la posibilidad de configurarlas para aceptar o rechazar de forma total o parcial su utilización y además, obtendrás información adicional para conocer información completa sobre su significado, configuración, finalidades y derechos... [leer más]
Este Sitio Web utiliza cookies propias y de terceras entidades, con la finalidad de brindarte una experiencia de navegación satisfactoria, realizar métricas y estadísticas, así como acciones de marketing. Si no estás de acuerdo con alguna de las finalidades, puedes personalizar las opciones desde esta política. [leer menos]
Cómo usuario, permito la utilización e instalación de las cookies con las siguientes finalidades:
Cookies Técnicas
Siempre habilitado
Se trata de Cookies propias con una finalidad exclusivamente técnica, que no recaban, ni ceden ningún dato de carácter personal del usuario sin su consentimiento y no se utilizan para recoger información, ni registra las direcciones IP de acceso, ni comportamiento de navegación. Se trata de unas cookies necesarias e imprescindibles, que tienen la finalidad de poder ofrecer el servicio al usuario de este sitio web, con el objetivo de facilitar su utilización con una finalidad técnica, para permitir la navegación a través del sitio web y la utilización de las diferentes opciones y servicios que en ella existen, como por ejemplo la propia gestión de las cookies.
Cookies de preferencias
Se trata de cookies que permiten personalizar las funciones o contenidos del sitio web en función de los datos obtenidos del navegador, como por ejemplo, el idioma. La no utilización de estas cookies, impedirá almacenar datos de preferencias para futuras visitas, pudiendo hacer que la experiencia del sitio web sea menos funcional o satisfactoria, pero no afectará a su funcionamiento.
Cookies de estadísticas
Con la finalidad de ofrecer el mejor servicio al usuario y al objeto de facilitar la utilización del sitio web, se analizan el número de páginas visitadas, el número de visitas, así como la actividad de los visitantes y su frecuencia de utilización. A estos efectos se elaborará información estadística anónima, elaborada con el objetivo de analizar la actividad de los usuarios dentro del sitio web, medir el tráfico y el rendimiento de la web, obtener mediciones y ofrecer unas mejores prestaciones futuras.
Cookies de marketing
Permiten ofrecer al usuario contenidos y publicidad apropiada en los sitios web y plataformas sociales en función de sus gustos y preferencias de navegación, pudiendo crear un perfil sobre usted y sus intereses, con el objetivo de mostrarle contenido personalizado.
Además, este sitio web puede disponer de enlaces a sitios web de terceros, cuyas políticas de privacidad, políticas de cookies y textos legales, son ajenos al titular del presente sitio web. Al acceder a dichos sitios web mediante los mencionados enlaces, el usuario es libre de decidir si acepta o rechaza los mencionados apartados.