EL NIÑO QUE AMABA SUS PIES DE PATO
Galería H2O Editorial. Barcelona, 2001
"El hecho de estar implicada en el mundo del arte contemporáneo y las galerías desde 1987 me permitió desarrollar una colección de relatos sobre coleccionistas, galeristas, subastas, críticos de arte, etc. que fueron publicados en la revista ART entre 1998 y 1999. Esta serie -junto al relato El niño que amaba sus pies de pato (1993)- constituye el precedente de algunos de los aspectos de esta novela".
Galería H2O Editorial. Barcelona, 2001
"El hecho de estar implicada en el mundo del arte contemporáneo y las galerías desde 1987 me permitió desarrollar una colección de relatos sobre coleccionistas, galeristas, subastas, críticos de arte, etc. que fueron publicados en la revista ART entre 1998 y 1999. Esta serie -junto al relato El niño que amaba sus pies de pato (1993)- constituye el precedente de algunos de los aspectos de esta novela".
Mateo, un joven biólogo que pasa un año sabático en una playa de Cádiz, recibe una carta de su hermana, junto a una colección de objetos (unos pies de pato, una serie de fotografías, recortes de periódico, unos diarios, libros) que le retrotraen al pasado y a la figura de su madre.
A partir de aquí, inicia una reconstrucción de su infancia y de los excéntricos personajes que la poblaron.
Mediante una técnica que funde en una aparente linealidad diversas perspectivas, la autora plantea un pensamiento narrativo que alude a la teoría de los fractales, a su enlace entre el todo y las partes, y a la correspondiente necesidad de entender los fragmentos más ínfimos para abordar lo absoluto.
En las páginas de esta novela se funden el arte y la vida, lo natural y lo artificial, lo vivo con lo inerte; y los personajes, progresivamente inmersos en esta fusión de opuestos, toman conciencia de algo que está más allá de su temporalidad física: “(...) le quedó una gran tranquilidad y la sensación de que, pasara lo que pasara, existía una estructura invisible sujetando sus vidas, un inmenso prisma de luz cuyos lados infinitos unían lo pequeño y lo grande, lo individual y lo universal, lo efímero y lo perdurable”.
Se ha dicho...
"Me ha gustado mucho tu novela (…), en conjunto está muy bien: es un libro lleno de vida —eso no es frecuente—, muy suelto, natural, bien escrito, bien contado. Es una novela que llama mucho la atención. (…). Creo que el libro (es decir, la autora) merece la pena (…)”.
Carlos Pujol, crítico y escritor
La crítica...
Millán, Fernando. «Ficción y Memoria». El Observador. 18 de marzo de 2003, p. 21
La Galería H2O de Barcelona (en la calle Verdi, número 152) lleva muchos años rompiendo moldes en el panorama artístico catalán. Como editorial ha ofrecido algunos de los libros de fotografía más memorables aparecidos en la década de los 90. Y, excepcionalmente, algún libro más literario. Este es el caso de la novela de Ana Planella El niño que amaba sus pies de pato . Ana Planella, nacida en Barcelona en 1961, tiene una considerable trayectoria editorial como narradora, tanto de relatos cortos como de novelas. Con todo,esta nueva apuesta es, por dimensiones y por ambición, su trabajo más sobresaliente. El niño que amaba sus pies de pato es una novela escrita por una mujer, utilizando la figura de un hombre que traza la historia de otra mujer. Bajo este entramado aparecen varias geografías y, entre ellas, con fuerza, Barcelona.
Y, más en concreto, la Barcelona de los años 60-70,con sus gauche divine , su mundo cultural, sus galerías, sus fiestas. Y muy posible, incluso, para las personas que estén en el secreto de aquellos años, algunos de los protagonistas de la novela puedan verse como trasuntos de personajes reales.
Más allá de la anécdota, Ana Planella consigue un tono narrativo eficaz, que capta al lector y lo mantiene interesado sin esfuerzo. Los personajes, a través del narrador adulto que mantiene sus ojos de niño, se dibujan sin prisas, con un ritmo muy mediterráneo, y producen un efecto a veces nostálgico, suave, educado.
Con ello, la ficción se enraíza, toma cuerpo en cada frase y el relato cobra la fuerza de una memoria personal. La fábula se niega a sí misma, en un gesto tan antiguo como la ficción, pero tan eficaz como toda buena mentira. Nosotros sabemos que eso que llamamos memoria es tan sólo un amasijo informe de colores, sonidos, palabras deshilachadas, gestos, olores, que sólo sirve para ponernos melancólicos. Pero es un material especialmente adecuado para la ficción. Ana Planella lo sabe, y consigue que la memoria alimente de continuo su discurso, su recreación, hasta fundir ficción y memoria, memoria y ficción, en un entramado que nos seduce. La literatura, una vez más -denostada, menospreciada- cumple su cometido con fuerza y con eficacia, y nos ofrece el alimento de la invención. Y nosotros,en medio de tantas renuncias reales o imaginarias, no podemos negarnos a aceptarla.
Cervera, Jordi. “Líriques i èpiques”. Avui (Barcelona), 20-09-2001, p. X (Cultura).
La galerista barcelonesa Ana Planella, después de publicar dos libros de relatos, Los ángeles viejos y Télora, las novelas juveniles Robavientos y Paula dospulgares y la novela El jardín botánico, ha decidido embarcarse en su obra más ambiciosa hasta el momento. El niño que amaba sus pies de pato es una novela que arranca de uno de los relatos escritos con anterioridad por la autora y que, en combinación con una colección de narraciones cortas que escribió con destino a la revista Art, han acabado configurando la base, el punto de partida de esta novela.
Haciendo honor a la dedicación profesional de la autora, el arte tiene un papel fundamental en todo el desarrollo de la trama, y no de una manera forzada y pedante, como sucede en otras obras, sino que se integra en ella con una habilidad sutil, mezclándose con el hecho diario de los personajes y convirtiéndose, como un aliento de vida cotidiana, en una pieza más de toda la historia, en un elemento que, de hecho, acaba revelándose como fundamental en el momento de buscar las claves reales que ayuden a entender las evoluciones de los personajes, sus obsesiones y sus personalidades. De manera bien trabada, Ana Planella lleva sus conocimientos del mundo artístico, de lo que se ve, de lo que se intuye y de lo que sólo pueden llegar a conocer los profesionales que se mueven por sus laberintos y por sus trastiendas, al universo de las historias y hace que todo se desarrolle con una naturalidad que a menudo falta en algunas novelas que se mueven alrededor del arte o de los artistas.
Una familia nada corriente que nace de un proceso de introspección, de búsqueda del pasado, un ejercicio de memoria que acaba conduciendo a una vida plagada de personajes que entran y salen y que marcan el telón de fondo de una infancia que se acaba desarrollando a base de recibir influencias constantes de un mundo que resulta sorprendente a los ojos de un niño y que permite establecer este doble juego de pasado y presente, con lo que la autora puede jugar con el aspecto puntual de los recuerdos y sus impresiones posteriores, estableciendo un factor de valoraciones posteriores que acaban dotando a la narración de muchos más elementos de juicio. Jugar en dos tiempos le permite, además de realizar un ejercicio literario bien trenzado, matizar algunos de los aspectos de los recuerdos infantiles y darles el punto justo de madurez que sólo se puede conseguir a través del recuerdo sereno.
Vidas que se mantienen ligadas, si bien las cuerdas utilizadas no son nada convencionales, pero lo que cuenta es precisamente esta capacidad de diseccionar la vida y de convertirla en material narrativo donde todo tiene su función, aún manteniendo el equilibrio inestable que se puede conseguir sobre unos pies de pato.
La entrevista:
Doria, Sergi. "Ana Planella: El ser humano ha olvidado su papel biológico". ABC Catalunya (Cultura). 25 de marzo 2001, p. 10.
Ana Planella: “El ser humano ha olvidado su papel biológico” La autora publica la novela “El niño que amaba sus pies de pato”
Inmersa en el mundo del arte contemporáneo desde 1987, Ana Planella no se cansa de repetir que su auténtica vocación es la literatura. Autora de los libros de relatos «Los ángeles viejos» y «Télora», de la novela «El jardín botánico» y de narrativa juvenil, retorna al género novelístico con «El niño que amaba sus pies de pato», exploración sobre la memoria y el sentido de la vida.
BARCELONA. Sergi Doria
Concebida en 1993 como un cuento de media página, la historia de «El niño que amaba sus pies de pato» -publicada por la editorial H20- obsesionó a la autora durante tres años, hasta que se convenció de qué podía llegar a ser una novela. Y es que Ana Planella cree en la inspiración: «Hay algo que te hace intuir que un relato está vivo; sólo has de tirar del hilo...» Las citas que abren «El niño que amaba sus pies de pato» constituyen las primeras pistas sobre los propósitos de la obra: Maupassant se interroga sobre la existencia, Borges alude a la muerte y Jung nos dice que la vida es como una planta en la que el rizoma fundamental está oculto bajo la tierra.
MADURAR CON EL PASADO
A partir de una carta con la que recibe los diarios de su madre muerta, fotos familiares y los pies de pato de sus veranos infantiles, el biólogo protagonista se remonta a sus primeros años, presididos por la figura materna y enmarcados en el mundo del arte. De ese ambiente que conoce bien, Planella refleja una doble vertiente «que conjuga la frivolidad con la profundidad. A medida que se ven sorprendidos por la enfermedad y la muerte, mis personajes se interrogan sobre lo que hay bajo la superficie de su vida y se humanizan», explica.
El largo y detallista «flash-back» de Planella está guiado por la voz y los ojos de un niño. «Es la mirada que me interesa; los niños ven el mundo con ojos nuevos y captan más aspectos que los adultos». El niño protagonista y una vieja vecina son más conscientes de lo efímero de la vida que el resto de unos personajes presuntamente maduros «que creen controlar sus vidas y cuando se percatan de su fragilidad ya es demasiado tarde».
Recortes de diario, reflexiones científicas son para Ana Planella «los fractales de un puzzle vital que acaba encajando». El buceo y los peces, en este libro, ilustran simbólicamente una condición biológica que el ser humano pretende ignorar con prepotencia. «Los humanos se han situado en la cúspide de las especies del planeta y han ignorado que son tan sólo una parte de los seres vivos».